ORIGEN DEL PENSAMIENTO CRÍTICO
Uno
de los tres objetivos de la educación básica es desarrollar capacidades,
valores y actitudes que permitan al educando aprender a lo largo de toda su
vida y, precisamente, una de las capacidades superiores más importantes que
contribuyen con dicho objetivo es el pensamiento crítico.
Sus
orígenes se remontan a la época griega y se le relaciona con el filósofo
Sócrates, el término hoy en día es definido de diferentes maneras. Lo más
provechoso del pensamiento crítico no es su concepción, sino lo que este como
herramienta ayuda a lograr con los alumnos. La promoción del nivel de
pensamiento crítico en los alumnos va más allá del simple manejo y
procesamiento de información, porque incentiva al alumno a construir su propio
conocimiento y porque está orientado hacia el logro de una comprensión profunda
y a su vez significativa del contenido de aprendizaje, incide de manera
positiva en el manejo de una serie de capacidades subordinadas y, sobre todo,
porque desalienta el tipo de aprendizaje en el que el alumno es un elemento
pasivo.
Uno
de los primeros filósofos en usar la expresión "Critical Thinking"
como título de un libro de lógica fue Max Black (1946). Otros autores
prefirieron títulos como "El arte de razonar", "Lógica
práctica", "Lógica aplicada" y muchos otros títulos, pero sobre
todo usaron la expresión "lógica informal". Así, en 1978 surgió en
Canadá la Informal Logic Newsletter, cuyos editores fueron J. Anthony Blair y
Ralph H. Johnson. En el primer número caracterizaban la lógica informal, por
vía negativa, como "todo lo que no puede aparecer en las páginas de The
Journal of Symbolic Logic" y, por vía positiva, como "toda una gama
de cuestiones teóricas y prácticas que surgen al examinar de cerca, y desde un
punto de vista normativo, los razonamientos cotidianos de la gente".
Otras
nociones estrechamente ligadas a esta corriente son las de argumento o
argumentación, y la de retórica (esta última de alcurnia aristotélica). En esta
dirección fueron precursores e iniciadores notables S. E. Toulmin con The Uses
of Argument (1958), así como L. Olbrechts-Tyteka y Chaim Perelman con The New
Rhetoric (originalmente en francés). Este último desarrolló en 1978 un método
para analizar argumentos. A grandes rasgos, la argumentación es caracterizada
por algunos autores como el dar razones a favor de una afirmación.
El pensamiento crítico
como ya se mencionó anteriormente, tiene sus orígenes en la filosofía antigua y
en disciplinas de fundamentación como la lógica, la retórica y la dialéctica.
El interés de estas áreas surge por el rol fundamental que se le asigna al
individuo y a su capacidad de “racionalidad” En la psicología este proceso toma
gran importancia desde los trabajos realizados por Wundt, quien buscó conocer
los procesos cognitivos implicados en el pensamiento y razonamiento.
Posteriormente, a lo largo de los años se han ido investigando la participación
de éste proceso y el rol que desempeña en el aprendizaje de las personas, en
contextos educativos fuera y dentro del aula, y en la vida diaria.
El
pensamiento crítico se propone examinar la estructura de los razonamientos
sobre cuestiones de la vida diaria, y tiene una doble vertiente analítica y
evaluativa. Intenta superar el aspecto mecánico del estudio de la lógica, así
como entender y evaluar los argumentos en sus hábitats naturales, por ejemplo,
el jurídico, el estético y el ético.
Estrechamente
ligado al pensamiento crítico y a la lógica informal, está el estudio de las
falacias. En los tratados comunes de lógica y en los programas de lógica de los
planes de estudio vigentes. En la
actualidad hay libros dedicados totalmente a las falacias, o hay capítulos
mucho más extensos en los que se pone énfasis en la importancia de la detección
de falacias en el contexto de la vida cotidiana. El pensamiento crítico no se
caracteriza como tal en el sentido destructivo o demoledor, sino más bien como
un pensamiento reflexivo que fundamenta debidamente las afirmaciones. En
palabras de Vincent Ryan Ruggiero, "nos ayuda a interpretar ideas
complejas, a evaluar las evidencias a favor de un argumento, y a distinguir
entre lo razonable y lo no razonable". Para ello, diversos textos han ideado
novedosas técnicas para analizar la estructura de los argumentos en términos de
estrategia más que de esqueleto simbólico. El pensamiento crítico, en síntesis,
ha devuelto los argumentos a su hábitat natural.
La
afirmación se refiere de manera precisa a los escenarios educativos formales,
en los cuales se hace énfasis en lo que los estudiantes deben saber en cada
grado o nivel escolar y se ignora el modo en que éstos se pueden apropiar de lo
que los maestros enseñan. A mediados de la década de los años setenta y durante
los ochenta se desarrollaron y consolidaron importantes líneas de investigación
en torno a modelos y estilos de enseñar a pensar. Las referencias aluden
principalmente a Estados Unidos y algunos países de América Latina.
A
manera de ejemplo se menciona una organización no gubernamental de Estados
Unidos, la Asociación para la Supervisión y el Desarrollo del Curriculum y la
Instrucción, establecida en Alexandria, Virginia, publicó hace diez años un
importante trabajo en el que se exponían una serie de aportaciones acerca de
campos de estudio más o menos delimitados y propuestas específicas de enseñanza
del pensamiento. A partir de aportaciones compiladas en este tipo de obras
editadas que ahora pueden ser consideradas como clásicas en el tratamiento del
tema, se da cuenta de los dominios que se advierten en la investigación sobre
la enseñanza del pensamiento, así como en la referenciación de experiencias de
programas para enseñar a pensar.
El pensamiento
Crítico es definido actualmente como un proceso activo, persistente y minucioso
que implica un impacto considerable sobre algo o alguien.
- Es activo porque implica autorreflexión, autocuestionamiento y búsqueda de distintas fuentes de información.
- Es persistente porque implica invertir tiempo para tomar una postura o decisión,
- Es minucioso porque se requiere de un análisis detallado de la situación y de elementos que la conforman.
- A esto se le agrega, necesariamente, que implica “pensar en lo que se está pensando”; es decir, requiere que el individuo este consciente de sus propias estructuras del pensamiento, habilidades/debilidades de su razonamiento y del proceso que se está ejecutando al pensar críticamente.
El pensamiento crítico se vincula de manera
importante con el aprendizaje de los estudiantes, pues a mediano y largo plazo
su adquisición promueve que los alumnos se vayan haciendo, paulatinamente más
autónomos en su proceso educativo. Es decir, provee de herramientas al
estudiante para saber el por qué y para qué de lo que aprende; así como también,
contribuye a que el estudiante logre identificar aquella información correcta
de la que no la es; en otras palabras, desarrolla capacidades para reconocer y
diferenciar argumentos bien sustentados, sólidos y justificados de los que no
lo son.
De igual manera, en
la medida que disminuye la credulidad y pasividad de los estudiantes frente a
la información que reciben (gracias al desarrollo del pensamiento crítico) los
métodos y estrategias de aprendizaje, usados por estos, también se modifican,
pasando de ser memorísticos a interpretativos y cuestionadores.
Por último, el
conocer la utilidad de los conocimientos que se adquieren, en la escuela,
identificar la solidez de sus contenidos, las diversas fuentes de información
de las cuales se obtiene y los distintos puntos de vista que puede existir en
un mismo campo; favorece a la generalización de los aprendizajes. En pocas
palabras, el pensamiento crítico contribuye a que el estudiante puede trasladar
y aplicar lo aprendido en la escuela a cualquier otro ámbito de su vida,
logrando así uno de los objetivos fundamentales de la educación escolar.